lunes, 4 de mayo de 2009

Primeros Carnavales de Ensenada-- Rogelio Casas Sánchez

LOS PRIMEROS CARNAVALES DE ENSENADA
Rogelio E. Casas Sánchez
rogeliocasas@hotmail.com

Febrero es por excelencia el mes del carnaval. Esta celebración, con una larga tradición histórica en Ensenada, se ha convertido en la de mayor importancia dentro del calendario festivo del puerto. En 1918 se logró integrar el primer comité encargado de su organización, circunstancia que al paso de los años ha favorecido que la fiesta siga evolucionando y consolidando su propia fisonomía. Y aunque se ha considerado la fecha de 1918 como la del primer carnaval oficial, sus orígenes se remontan a 1891 cuando sin estructura alguna y casi de manera espontánea, se efectuó dicha celebración por vez primera en Ensenada.
A lo largo de siete años el semanario local The Lower Californian documentó en sus páginas la realización de los festejos. El primero de ellos se llevó a cabo hace 115 años, cuando Ensenada rebasaba escasamente los 600 habitantes. La tarde del domingo 8 de febrero de 1891 un grupo de gente salió a la calle en compañía de una banda de música; al frente de la concentración iba una persona portando la bandera nacional y a la voz de ¡Viva el carnaval! la concurrencia inició su marcha por la avenida Ruiz.
Dos elementos caracterizaron los primeros carnavales de Ensenada: los bailes de fantasía y la costumbre de arrojar harina, una práctica que a fines del siglo XIX también era común en Mazatlán, Veracruz y Mérida. En nuestra ciudad, grandes y pequeños participaron de esa forma un tanto peculiar de celebrar el carnaval, en un ambiente que hacía enfadar a pocos y divertir a muchos. Una apreciable cantidad de barriles de harina fue utilizada para ser arrojada a todo y a todos. Blanco seguro en este combate fueron quienes andaban mejor vestidos, sin quedar exentos aun aquellos quienes llevaban a una dama por compañía.
El general Torres, jefe político del entonces Distrito Norte, dio indicaciones a los combatientes para que el lunes la batalla se realizara a partir de las tres de la tarde. Fue tanta la cantidad de harina arrojada por todos lados que parecía que las calles de la población habían sido cubiertas por una tormenta de aguanieve. De manera especial llamaron la atención los combates realizados a caballo por algunos jóvenes, lo que añadía interés a la fiesta por el peligro y entusiasmo que la novedosa forma de batalla implicaba. Con la música tocando todo el tiempo transcurrió el segundo día de “la más alegre y bulliciosa diversión jamás celebrada en Ensenada”.
El martes de carnaval la banda de música recorrió nuevamente las calles, seguida por varios niños y adultos quienes continuaron con el lanzamiento de harina. Por la noche se llevó a cabo en el edificio de la Aduana nueva un baile de máscaras, que fue el evento más sobresaliente de los tres días de festejos. El salón fue decorado especialmente para la ocasión, siendo los esposos Torres los anfitriones del baile al que asistieron “la belleza y la hidalguía de Ensenada” y algunos visitantes de El Álamo, Los Ángeles y San Diego. De este último lugar se embarcaron disfraces y antifaces. La mayoría de los asistentes caracterizaron diversos personajes. A las doce de la noche, en medio de un regocijo general, el público se despojó de los antifaces para disfrutar de la cena, después de la cual se inició nuevamente el baile que culminó a las primeras horas del siguiente día.
El carnaval de 1892 no resultó tan participado; por un lado el precio de la harina había aumentado considerablemente y por otro, se encontraba ausente el general Torres, quien con su intervención el año anterior había logrado que el carnaval se convirtiera en un atractivo evento. Aunque a menor escala, hubo combates de harina e incursiones por las calles, sin faltar la animación a cargo de la banda de música. Fue en este año que se introdujo la costumbre de romper cascarones de huevo rellenos de pedacitos de papel de colores. El carnaval terminó el martes en la noche con un concurrido baile de fantasía y en el que algunos asistentes cambiaron dos o tres veces de disfraz.
En 1893 la temporada del carnaval habría pasado desapercibida si no la hubiera animado la estudiantina Cupido, cuyos integrantes bajo la dirección de Joaquín Lanz y ataviados con el característico traje de los estudiantes de Salamanca, recorrieron calles y casas particulares durante los tres días que duró el festejo. En todos los lugares visitados hubo profusión de viandas, vinos y flores; las jóvenes salían presurosas a encontrarse con los miembros de la estudiantina para quebrar sobre sus cabezas vistosos cascarones. Algunas damas americanas quienes presenciaban el espectáculo no dejaron de expresar su satisfacción y contento con un mucho bueno de su reducido vocabulario español.
En 1894, bajo el título Martes de Carnaval, el semanario hizo alusión en breves líneas al entusiasta y lucido juego de harina celebrado en la población. Grupos de señoritas y niños recorrieron las calles con sus estandartes y gritando vivas al jefe político, al mismo tiempo que arrojaban harina a cuanta persona hallaban al paso.
Al siguiente año, 1895, se preparó con anticipación un baile para el domingo de carnaval, pues se deseaba que hubiera bastante animación y concurrencia. El llamado juego de harina se practicó con bastante entusiasmo y a decir de la gente, entre domingo y martes se regaron como dos toneladas de harina; las fachadas y los pisos de las casas quedaron blanqueados al igual que aquellos transeúntes que llegaban a pasar cerca de los jugadores. Cada día por la tarde, los músicos animaban con sus interpretaciones el ya tradicional lanzamiento de harina, una práctica donde por cierto las mujeres superaban en habilidad a los hombres. Cabe mencionar que en esta ocasión se retrasó la publicación semanal del periódico debido a que los trabajadores de la imprenta no asistieron a sus labores por estar participando en las fiestas.
Al acercarse el carnaval de 1896 se esperaba una buena participación de la gente, pues la harina abundaba en el comercio y se estaban preparando diversas tertulias. El sábado de carnaval se llevó a cabo un concurrido baile en la casa del licenciado Pedro Rendón, donde los asistentes lucieron variedad de disfraces: de entre las mujeres hubo quien representó una doncella, mariposa o gitana; entre los hombres no faltó quien personificara a un mosquetero, chino o indio. La velada tuvo su momento jocoso cuando un ingeniero del vapor Carlos Pacheco creyendo perseguir a una mascarita de ojos negros, tropezó con una de ronca voz y acento oriental.
Para 1897 los festejos se redujeron a un baile llevado a cabo en las instalaciones de la Aduana nueva. Al mediodía del martes de carnaval las señoras de la Sociedad Filantrópica ofrecieron una comida a la banda militar en agradecimiento por su participación en la jamaica que habían organizado el viernes anterior con la finalidad de recaudar fondos para construir el templo católico. El coronel Sanginés, jefe político del Distrito, propuso para esa misma noche un baile con el que se concluyera alegremente el carnaval, el cual tuvo buena asistencia a pesar de lo improvisado del evento. Algunas jóvenes utilizaron sábanas y fundas para disfrazarse de fantasmas y se divirtieron rompiendo cascarones. El baile acabó a la medianoche para dar paso al inicio de la cuaresma.
The Lower Californian dejó de publicarse en 1898 y su desaparición generó un vacío en las fuentes históricas para el estudio de numerosos temas sociales, económicos y culturales relacionados con Ensenada, entre ellos el carnaval; que sin bien ha evidenciado momentos de esplendor y periodos de somnolencia, ha llegado a convertirse a la vez, en un elemento imprescindible en la vida de Ensenada y en su fiesta más representativa.

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