CRONISTA DE ENSENADA
Heberto J. Peterson Legrand
TESTIGOS MUDOS
Testigos mudos son aquellos edificios y calles viejas de mi ciudad, de mi pueblo…de mi Ensenada.
Escucharon los más diversos pasos como diversas las personas que las anduvieron; pasos que produjeron diferentes sonidos, unos más intensos, firmes, seguros y otros ligeros, débiles por el peso y los tacones que imprimían sus huellas, unas visibles, otras invisibles.
Quedaron impregnadas en sus edificios las risas, los gritos, las voces de quienes transitaban por sus calles y banquetas y dialogaban un día sí y otro también.
Fueron testigos de ese mestizaje racial y cultural que se dio desde que nació allá por 1882, y por ellas caminaron noruegos, alemanes, estadounidenses, rusos, ingleses, italianos, españoles, franceses, japoneses, chinos y ciudadanos de otras razas que aquí echaron el ancla y se fusionaron física y espiritualmente con los mexicanos para formar las familias que han ido en el tiempo delineando el tejido social que hoy conforma nuestra sociedad…
Han pasado 128 años y el rostro de nuestras calles ha cambiado como cambia el rostro de mujeres y hombres que las han transitado. También unas se maquillan como se maquillan nuestras damas para cuidar su imagen, otras reflejan el paso de los años, cambian para bien o para mal…Cuantas generaciones las habrán caminado? Cuánto habrán escuchado?
Vieron y sintieron el paso angustiado y precipitado de quienes las recorrían apresurados porque iban tarde a la cita…nuestros padres? Nuestros abuelos?; el paso tranquilo de quienes las caminaban haciendo su paseo diario para encontrarse con los conocidos, saludarlos y platicar con ellos; novios tomados de la mano o del brazo?.
Sintieron el paso firme y seguro de personas jóvenes que las circulaban por los más diversos motivos; el paso de personas ya no erguidas sino encorvadas, cansadas, de pasos inseguros que por años y años rutinariamente las recorrían.
Fueron el escenario de muchísimos carnavales, desde aquel primero de 1891 y pudieron presenciar los carros alegóricos, ver a la gente disfrutar la música de las bandas, los más pintorescos disfraces y la alegría que invadía todos los espacios. En sus inicios se acostumbraba desparramar gran cantidad de harina sobre personas y lugares y las calles lucían blancas, el confeti se convertía en alfombra al ser lanzado sobre los transeúntes que gozosos las recorrían brincando, gritando y bailando.
Si esas viejas calles y edificios hablaran que tanto nos dirían? Es tanto lo que presenciaron que ni nos imaginamos; fueron testigos de muchas muestras de amor donde las jóvenes parejas se expresaban y los hombres declaraban su amor quizá recitando algunos versos.En aquellas épocas se estilaba que los novios o pretendientes en forma florida expresaran su sentir. Hoy no, el lenguaje de muchos es tristemente muy pobre, muy limitado, muy superficial: me imagino: “ acepta mi amor para no sentirme un guey, si no me aceptas mis amigos no dejaran de decirme guey y no quiero ser un guey más”, desde luego no todos los casos son así y de ello también son testigos los edificios y calles de hoy.
También los desfiles cívicos, deportivos y militares han dejado el recuerdo de su marcialidad y es cada día mayor el contingente de niños y jóvenes que se multiplican conforme la ciudad va creciendo.
Calles viejas que fueron testigos y parte de la historia de Ensenada. Ellas vieron combatir a Antonio Meléndrez contra el filibustero William Walker a quien derroto en 1854; salir a las tropas comandadas por el Coronel Celso Vega a combatir a los filibusteros en 1911 a quienes vencieron en Tijuana; vieron a José Vasconcelos recorrerlas en 1918; los pasos de un David Zarate Zazueta; un Eulogio Romero, Dr. Peterson, Miguel Legaspy, Antonio Ptanick, Francisco Andonaegui, Miguel Ormart, David Goldbaum, Max. Bernstein, Pedro Rendón, José Sanroman, Esteban Ferro, John Hussong, Faraon Sarabia, Julio Dunn, Miguel Rico, Clemente Rojo, Amanda Cadena, Concepción Legaspy y un sinnúmero más de damas y caballeros que aquí dejaron descendencia y en ésta tierra descansan sus mortales restos.
Cuando transito por la avenida José Manuel Ruiz y me detengo en una de sus esquinas imagino allí parado a mi padre o a mis abuelos, quiero escuchar sus voces pero no puedo, sólo con los oídos de la imaginción; veo los edificios y siento el deseo de sacudirlos para extraerles el polvo de los tiempos y descubrir en ellos la impregnación de voces, ruidos, palabras y emociones perdidos en el Ayer…! Ensenada! Que poco sabemos de ti y que mucho ignoramos…
domingo, 15 de agosto de 2010
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Me gustan muchos sus escritos, inspiran...
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