CRONISTA DE ENSENADA
DR. PEDRO LOYOLA LUCQ
(séptima y última parte)
Heberto J. Peterson Legrand
En su capitulo “Salud Pública” nos comenta en sus “Memorias”: En el año de 1962 tuve necesidad de llevar en Morelia durante 6 meses un curso intensivo de salud Pública, para aprobar Administración Regional de Salud Pública y poder jefaturar el Centro de Salud de Ensenada, Centro que yo había logrado se edificara y del cual fui su primer Director, Había logrado asimismo, con la ayuda del Ing. Coq Director de Obras y Construcciones de la Secretaría de Salubridad en esa época, la construcción de los Centros de Salud de San Vicente, Ojos Negros, Maneadero, El Rosario y el Centro de Salud con Hospital de Colonia Guerrero todos ellos puestos en servicio en 1963.
Las funciones del Centro del Centro eran sumamente variadas, consultas, vacunaciones, servicio dental, rayos x, laboratorio, dispensario, antituberculosa, vigilancia del estado sanitario de su jurisdicción, exámenes a trabajadores, campañas antivenéreas, vigilancia de hoteles, restaurantes, panaderías, transportes de carnes, carnicerías, pasteurizadoras de leche, establos, rastros etc. y Sanidad Internacional. Yo poseía el grado de Comandante de Sanidad Internacional, para revisar los barcos que atracaban en el puerto, para evitar epidemias y contagios que puedan llegar por mar. Entonces como se exportaban por Ensenada muchos miles de toneladas de algodón, teníamos en ocasiones de 5 a 6 barcos cargueros extranjeros al mismo tiempo, a los que el Comandante de Sanidad Internacional, yo entonces, debía visitar en altamar para revisar su documentación sanitaria y examinar el estado de salud de tripulantes y pasajeros, para ello, tenía que presentarme de uniforme azul marino, saco cruzado con botones dorados, charreteras con 4 barras paralelas, kepi blanco con escudo y leyenda de Sanidad Internacional México. Hasta después de la visita y si se encontraba con todo orden, podían pasar los aduaneros, agentes de migración y agentes del barco.
En alguna ocasión arribó a Ensenada el yate del hijo del Dictador Trujillo, de la Isla de Santo Domingo, Radamés Trujillo, quien no creyó necesario sujetarse a los reglamentos internacionales,, por lo que me vi obligado a impedirle con los aduaneros y agentes de migración armados, pues todas estas autoridades incluso El Ejercito y La Marina, son auxiliares de Salubridad en casos especiales, lo que se llama “La Libre Plática”, es decir la autorización para bajar a tierra. Entendió Trujillo que no podría tocar Ensenada si no se sujetaba a los reglamentos y pidió la visita de Sanidad.
En 1966 había en la ciudad una enorme cantidad de perros sin dueño y se presentaron dos casos de rabia humana, que desgraciadamente fallecieron en medio de atroz desesperación. La Secretaría de Salubridad logró el apoyo de la Oficina Sanitaria Panamericana para instaurar en la frontera norte de nuestro país un programa para el control de la rabia.
En la parte trasera del centro de salud con apoyo económico de la Oficina Sanitaria Panamericana construí una perrera con jaulas individuales para observación de animales sospechosos o que hubieran mordido a alguna persona, jaulas colectivas para perros callejeros y un pequeño horno, donde se eliminaban con bióxido de carbono a aquellos animales que no eran reclamados por sus dueños o que simplemente no tenían dueño.
Se recolectaron diariamente perros callejeros, pero su número era tan grande que no avanzaba gran cosa en disminuir la población canina, por lo que propuse a la Secretaría efectuar una campaña masiva de eliminación en las calles, para disminuir efectiva y rápidamente gran número de animales sin dueño. La Secretaría aprobó de “palabra”, no por escrito mi proposición, pues si había algún accidente el responsable sería yo, no la Secretaría. Me jugué el albur, organicé brigadas mixtas de infantería de marina con personal del Centro de Salud y todos los días de madrugada, salían las brigadas bien provistas de albóndigas de carne rellenas de estricnina. Se dividió la ciudad en sectores y en formas de abanico desplegué al personal, seguido a una cuadra de varios camiones de basura del Ayuntamiento. El enorme riesgo que corríamos era que alguna albóndiga envenenada fuera comida por algún niño que la encontrara; fueron casi dos semanas que no dormí por el temor que algo saliera mal.
Cálculos aproximados hicieron llegar a 12,000 perros eliminados, sin tener que lamentar ningún accidente. Claro que algunas gentes y periódicos me bautizaron como “mataperros” y llegaron a amarrarme perros muertos en la defensa de mi auto. Como la campaña fue un éxito, en el boletín de Salud Pública de enero de 1968 me publicaron un trabajo que presenté resumiendo la campaña, pero disminuyeron el número real de animales eliminados para no provocar demasiadas críticas de los clubes defensores de los animales.
Asimismo, la Secretaría de Salubridad y la Oficina Sanitaria Panamericana me enviaron a Houston, Texas, a un Congreso de Salud Pública Internacional, donde expuse en pláticas, con diapositivas, películas tomadas en mis capturas gráficas, lo hecho en Ensenada para la disminución de la población canina de animales sin dueño. Fui ampliamente felicitado. A dicha conferencia me acompaño Kity y como no era gran cosa el volar a Houston, nos fuimos antes con algunos amigos a Yucatán, de ahí volamos Kitty y yo a Nueva Orleáns donde estuvimos varios días y finalmente arribamos a Houston.
Estimados lectores, con esto terminamos parte de la semblanza de un Médico, un personaje que se enamoró de Ensenada, aquí hecho el ancla, se casó con una Ensenadense, crearon una familia integrada por personas positivas que aportan lo mejor de si mismos a la comunidad como el mejor tributo a su Padre y Madre...
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